martes, 25 de agosto de 2015

Mi homilía en la Fiesta de San Bartolomé



             Queridos hermanos y amigos.  San Bartolomé nos convoca en este día para unirnos aún más como pueblo y como comunidad cristiana y para recordarnos de dónde venimos, cuáles son nuestras raíces.   El Papa Francisco, decía recientemente "que un pueblo que pierde sus raíces compromete su futuro".   Por eso es importante que en la fiesta hagamos un hueco también a la celebración de este Santo Cristiano que nos habla de una tradición milenaria que abrazaron nuestros antepasados. 

            Es cierto que hoy la situación pueden ser muy distinta a la que vivieron nuestros antepasados. Entre otras cosas y gracias a Dios, hay libertad de expresión y de conciencia, hay pluralidad de ideas y de criterios, y hay libertad de culto,  y todo eso lo podemos vivir además sin romper la convivencia basándonos en leyes que nos hemos dado.  Una convivencia que sufre, como es normal, tensiones.  En el aspecto religioso esa tensión se ha dado últimamente con la polémica sobre la actuación de algunos ediles de los ayuntamientos surgidos de las últimas elecciones, que han querido mostrar su ateísmo, agnosticismo o indiferencia hacia la fe cristiana que celebra una eucaristía el día del santo patrón, dejando de participar en la misma,  alegando su libertad de conciencia.  Por supuesto que como cristianos lo apoyamos totalmente,  no faltaría más.  Precisamente San Bartolomé, San Fermín, San Sebastian, todos ellos murieron mártires por defender su derecho a la libertad de profesar una fe distinta a la que imponía el emperador romano de turno. Siempre recordamos que la fe no se impone, sino que se propone.  También algunos cristianos han dicho que como representantes del pueblo, estos ediles deberían representarnos en los actos religiosos.  En mi humilde opinión creo que tampoco ese sería el buen criterio,  porque siempre unos pueden alegar que por encima de todo está la libertad personal y otros pensamos que la participación en la eucaristía requiere un acto personal de fe que no admite representación.   Pero entonces, no hay alguna razón para que los alcaldes y ediles participen en las eucaristías en honor de los santos patronos? Sí, sí que la hay.  Es una cuestión de cortesía, junto con el necesario respeto y aprecio institucional por otra institución,  en este caso la Iglesia, que creo que nadie duda del bien que aporta a la sociedad.  Repito, respeto y también aprecio porque a menudo el respeto se entiende como indiferencia.

            En unos tiempos como los que vivimos, de pluralidad, pero también de disgregación y confusión, de desorientación, creo que todos podíamos hacer un esfuerzo por encontrar aquello que nos une, aquellos mínimos que creemos necesarios para la convivencia.   El respeto y el aprecio por lo que cada uno es y defiende, puede ser ese mínimo necesario hoy, juntamente con la cortesía, o dicho de otra manera, las buenas maneras, la amabilidad, el buen royo, como se dice ahora...

            Termino empleando las palabras que el apóstol Bartolomé le dice a Felipe cuando viene a presentarle a Jesús de Nazaret.  Bartolomé le dice:  ¿es que algo bueno puede salir de Nazaret? Hoy también muchos pueden decir o pensar:  ¿es que algo bueno puede salir todavía de la Iglesia?  Me atrevo a decir que sí, porque como decía recientemente el teológo español Pagola:  "Aunque algunos pueden tener motivos para abandonar la Iglesia, hay uno fundamental para permanecer en ella, y este es que la Iglesia es la única que me garantiza y me transmite a lo largo de los siglos el conocimiento verdadero de Jesús de Nazaret y su mensaje".  Y su persona y su mensaje son siempre luz y guía para nuestro caminar por la vida.  Qué Él nos bendiga ahora y siempre. Amén.

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