lunes, 5 de diciembre de 2011

A vueltas con los sacrtamentos II

El problema del acceso a los sacramentos se basa en la necesidad de tener una instancia que pueda discernir (aceptando o denegando) las peticiones que se presentan a la Iglesia. En principio es la comunidad cristiana la que debería aceptar qué persona está capacitada para recibir un sacramento, porque el sacramento se recibe en la fe de la comunidad. Normalmente es el cura el que asume esa representatividad de la comunidad y por lo tanto el que tiene que discernir sobre la idoneidad de los catecúmenos. Y ahí está el problema: porque han pasado años, incluso siglos, en los que la exigencia era mínima, bastaba con el deseo de recibir el sacramento para acceder a el. Cualquier exigencia que se pone ahora, choca con la falta de preparación (y a menudo de educación) de aquellos que en su nombre o en el de otros (bautizandos ó comulgantes) piden el sacramento. En una situación todavía heredera de un cristianismo sociológico se hace muy difícil pedir un plan de formación o un proceso por muy mínimo que sea que garantice, al menos, la fe y testimonio del que solicita el sacramento. Las personas están dispuestas a aceptar las exigencias (la mayoría de veces a regañadientes) para pasar por el escollo que la Iglesia les pone antes de acceder al sacramento. Lo constatamos con los cursillos prebautismales, los cursos para comulgantes o confirmandos y los cursillos prematrimoniales. Esa formación doctrinal a veces reducida al mínimo, no cala la conciencia de las personas y llega a asumirse como parte de ese "papeleo" que se exige para todo. Podemos añadir dias a los cursillos, algún año a la preparación de los confirmandos o comulgantes... lo cierto es que los resultados son magros, demasiado magros como para no plantearnos que algo no funciona, que no es suficiente, que tenemos que ir más allá... En mi opinión, es necesaria una instancia que invite al discernimiento y que por su duración en el tiempo desanime a pedir el sacramento a todos aquellos que desde su libertad no esten dispuestos a asumir lo que significa ser cristiano. Discernir sobre la vida cristiana de cada uno, puede ser complicado en este mundo nuestro tan disperso e individualista, por eso, quizá, la única instancia de discernimiento posible sea la participación en la Eucaristía. Si la eucaristía es el centro y el culmen de la vida cristiana, no deberíamos permitir que nadie acceda al sacramento sin que sea conocido habitualmente por la comunidad en el espacio en que se reúne todas las semanas: La Misa. No sé cuanto tiempo habría que pedir, pero por ejemplo, el mismo libro sacramental del bautismo, habla de dos celebraciones en el proceso de incorporación del bautizado a la comunidad: una primera celebración de presentación y acogida, y otra segunda del bautismo propiamente dicho. Algo así, pienso que podría hacerse con los disitintos sacramentos. Procesos más o menos largos (al menos de un año) en los que las personas asistiendo a la misa dominical, fuesen incorporándose activamente a la comunidad cristiana, incluso mediante pequeñas celebraciones como la presentación de catecúmenos o de novios, la entrega del evangelio, las promesas, etc. etc. ¿Sería esto posible? ¿alguien puede opinar?

1 comentario :

Alfonso Saborido dijo...

Qué te voy a decir, que llevas toda la razón del mundo... pero creo que te vas a topar contra un muro. Pero es bueno que haya sacerdotes con esas intenciones. Recuerdo que cuando daba catequesis de comunión, andaba enojado porque las madres (a los padres ni les importaba y no iban a las reuniones) no paraban de ponerme pegas para la fecha de comunión de los niños y eso que lo hacíamos en septiembre, con vistas a mayo, para evitar problemas. Pues nada... cabreado le dije a una madre que a mí me importaba un pito la primera comunión. Que la que realmente me importaba era la segunda. Pero la mujer no comprendió, eso de la comunidad cristiana ni el seguimiento a Jesús de Nazaret, no va con un mundo que ha convertido muchos sacramentos en actos sociales incluso negocio. En fin es lo que hay. Abrazos en Cristo desde la frontera de la Iglesia. Feliz adviento.